«Oda: Cupido no permite» de Leandro Fernández de Moratín (Poema)

ODA: CUPIDO NO PERMITE

LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

POEMA/ESPAÑA

Cupido no permite

que mi canto celebre

los héroes que la fama

coronó de laureles.

 

Él me inspira dulzuras

y amores inocentes,

olvidando de Marte

los horrores crüeles.

 

Tú, hermosa, si a mi verso

agradecida vuelves

esos ojos, incendio

de los dioses celestes,

 

premio darás que baste

a que mi voz se aliente,

y a que sólo en tu aplauso

mi cítara se temple.

 

No por tal hermosura,

en armados bajeles

llevó la Grecia a Troya

desolación y muertes.

 

¿Que mucho que a tu vista

rendido se confiese

el corazón, que en vano

su libertad defiende?

 

Si cuando te presentas

en años florecientes

ante el callado vulgo,

que de tu labio pende,

 

con mágico embeleso

el ánimo más fuerte

o en tu placer se goza,

o en tu dolor padece.

 

Ya la vivaz Talía

sus fábulas te preste,

cuando el vicio censura

con máscaras alegres.

 

¡Qué honesta, si declaras

la pasión que te vence,

o imaginados celos

tu risa desvanece!

 

¡Qué airada, qué terrible,

cuando en acentos breves

al atrevido amante

su desatino adviertes!

 

La multitud escucha,

y absorta duda y teme;

que son, aunque fingidos,

temidos tus desdenes.

 

Mas en el drama triste

que dictó Melpómene,

todo es angustia y lloro,

todo afanes crüeles.

 

¿Qué espíritu te agita?

¿Qué deidad te conmueve?

¿Quién con serenos ojos

pudo escucharte y verte?

 

Si alguno dudar quiso

cuánta ilusión adquieren

en el ancho teatro,

ficciones aparentes,

 

oiga tu voz y mire

las lágrimas que viertes,

y a tus pies humillado

te dirá lo que pueden.

 

Vosotros que, inspirados

de las hermanas nueve,

dais a la sien corona

de yedras y laureles,

 

si dirigís el paso

a la cumbre eminente,

por la difícil senda

perdida tantas veces;

 

si el numen vuestro, aplausos

y eternidad pretende,

los hechos admirables

de la patria celebre.

 

Trágico verso imite

pasiones delincuentes,

fortunas infelices

de naciones y reyes.

 

Que si la ninfa bella,

por quien el hondo Betis,

en Híspalis soberbio,

baña su campo fértil,

 

presta su voz y anima

los mudos caracteres,

y lo que el arte inspira

en viva acción lo vuelve:

 

veréis como por ella

el orbe os engrandece,

y la fama poetas

os aclama celestes.

 

Feliz la suerte mía,

si merecer pudiese

que en sus labios de rosa

mis números resuenen.

 

Yo viera mis fatigas

premiadas dignamente,

¿ni galardón más alto

quién pudo merecerle?

 

Pero el vendado niño,

que tirano me vence,

me permite que solo

la adore reverente.

 

¡Oh, Amor! Libra mi pecho

del afán que padece;

ni contra mí tus viras

voladoras aprestes.

 

Basta que en ella admire

las dotes excelentes

con que a la patria escena

sublima y enriquece,

 

sin que la suma larga

de sus triunfos aumente,

sin que a sus ojos muera,

sin que muriendo pene.

 

Que si de sus hechizos

libertarme pudieres,

y el tiro que destinas

al flechero le vuelves,

 

por mí sus alabanzas

serán cantadas siempre,

en acentos süaves

de cítara doliente.

 

Y cisnes más sonoros

ensalcen y celebren

los héroes que la fama

coronó de laureles.

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