«Ruinas» de Salomé Ureña (Poema)

RUINAS

Salomé Ureña

POEMAS/REPÚBLICA DOMINICANA

Memorias venerandas de otros días,

soberbios monumentos,

del pasado esplendor reliquias frías,

donde el arte vertió sus fantasías,

donde el alma expresó sus pensamientos.

 

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma

por la angustiada mente

que sueña con la gloria y se entusiasma

la bella historia de otra edad luciente.

 

¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas

te alzaron en sus hombros

del mundo a las atónitas miradas;

y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas

la brisa que solloza en tus escombros.

 

Ayer, cuando las artes florecientes

su imperio aquí fijaron

y creaciones tuviste eminentes,

fuiste pasmo y asombro de las gentes,

y la Atenas moderna te llamaron.

 

Águila audaz que rápida tendiste

tus alas al vacío

y por sobre las nubes te meciste:

¿por qué te miro desolada y triste?

¿dó está de tu grandeza el poderío?

 

Vinieron años de marguras tantas,

de tanta servidumbre;

que hoy esa historia al recordar te espantas,

porque inerme, de un dueño ante las plantas,

humillada te vio la muchedumbre.

 

Y las artes entonces, inactivas,

murieron en tu suelo,

se abatieron tus cúpulas altivas,

y las ciencias tendieron, fugitivas,

a otras regiones, con dolor, su vuelo.

 

¡Oh mi Antilla infeliz que el alma adora!

Doquiera que la vista

ávida gira en tu entusiasmo ahora,

una ruina denuncia acusadora

las muertas glorias de tu genio artista.

 

¡Patria desventurada! ¿Qué anatema

cayó sobre tu frente?

Levanta ya de tu indolencia extrema:

la hora sonó de redención suprema

y ¡ay, si desmayas en la lid presente!

 

Pero vano temor: ya decidida

hacia el futuro avanzas;

ya del sueño despiertas a la vista,

y a la gloria te vas engrandecida

en alas de risueñas esperanzas.

 

Lucha, insiste, tus títulos reclama:

que el fuego de tu zona

preste a tu genio su potente llama,

y entre el aplauso que te dé la fama

vuelve a ceñirte la triunfal corona.

 

Que mientras sueño para ti una palma,

y al porvenir caminas,

no más se oprimirá de angustia el alma

cuando contemple en la callada calma

la majestad solemne de tus ruinas.

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