«Luz» de Salomé Ureña (Poema)

LUZ

Salomé Ureña

POEMAS / REPÚBLICA DOMINICANA 

¿Adónde el alma incierta

pretende el vuelo remontar ahora?

¿Qué rumor de otra vida la despierta?

¿Qué luz deslumbradora

inunda los espacios y reviste

de lujoso esplendor cuanto era triste?

 

¿La inquieta fantasía

finge otra vez en la tiniebla oscura

los destellos vivísimos del día,

lanzándose insegura,

enajenada en su delirio vago,

de un bien engañador tras el halago?

 

¡Ah, no! Que ya desciende

sobre Quisqueya, a iluminar las almas,

rayo de amor que el entusiasmo enciende,

y de las tristes calmas

el espíritu en ocio, ya contento,

surge a la actividad del pensamiento.

 

Y surge a la existencia,

al trabajo, a la paz, la Patria mía,

a la egregia conquista de la ciencia

que en inmortal porfía

los pueblos y los pueblos arrebata

y del error las nieblas desbarata.

 

Ayer, meditabunda,

lloré sobre tus ruinas ¡oh, Quisqueya!

toda una historia en esplendor fecunda,

al remover la huella

del arte, de la ciencia, de la gloria

allí esculpida en perennal memoria.

 

Y el ánimo intranquilo

llorando pregunto si nunca al suelo

donde tuvo el saber preclaro asilo

a detener su vuelo

el genio de la luz en fausto día

con promesas de triunfos volvería.

 

Y de esperanzas llena

temerosa aguarde, y al viento ahora,

cuando amanece fúlgida, serena,

del bienestar la aurora,

lanzo del pecho, que enajena el gozo,

las notas de mi afán y mi alborozo.

 

Sí, que ensancharse veo

las aulas, del saber propagadoras,

y de fama despiértase el deseo,

brindando protectoras

las ciencias sus tesoros al talento,

que inflamado en ardor corre sediento.

 

Ya de la patria esfera

los horizontes dilatarse miro:

el futuro sonriendo nos espera,

que en entusiasta giro,

ceñida de laurel, a la eminencia

se levanta feliz la inteligencia.

 

Es esa la futura

prenda de paz, de amor y de grandeza,

la que el bien de los pueblos asegura.

la base de firmeza

donde al mundo, con timbres y blasones,

se elevan prepotentes las naciones.

 

¡Cuántas victorias altas

el destino te guarda, Patria mía,

si con firme valor la cumbre asaltas

Escúchame y porfía;

escucha una vez más, oye ferviente

la palabra de amor que nunca miente:

 

yo soy la voz que canta

del polvo removiendo tus memorias,

el himno que a tus triunfos se adelanta,

el eco de tus glorias…

No desmayes, no cejes, sigue, avanza:

¡tuya del porvenir es la esperanza!

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