«Resignación» de Manuel Acuña (Poema)

RESIGNACIÓN

MANUEL ACUÑA

POEMA/ MÉXICO

¡Sin lágrimas, sin quejas,

sin decirnos adiós, sin un sollozo!

cumplamos hasta lo último… la suerte

nos trajo aquí con el objeto mismo,

los dos venimos a enterrar el alma

bajo la losa del escepticismo.

 

Sin lágrimas… las lágrimas no pueden

devolver a un cadáver la existencia;

que caigan nuestras flores y que rueden,

pero al rodar, siquiera que nos queden

seca la vista y firme la conciencia.

 

¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma

los espacios y el mundo están desiertos…

los dos hemos concluido,

y de tristeza y aflicción cubiertos,

ya no somos al fin sino dos muertos

que buscan la mortaja del olvido.

 

Niños y soñadores cuando apenas

de dejar acabábamos la cuna,

y nuestras vidas al dolor ajenas

se deslizaban dulces y serenas

como el ala de un cisne en la laguna

cuando la aurora del primer cariño

aún no asomaba a recoger el velo

que la ignorancia virginal del niño

extiende entre sus párpados y el cielo,

tu alma como la mía,

en su reloj adelantando la hora

y en sus tinieblas encendiendo el día,

vieron un panorama que se abría

bajo el beso y la luz de aquella aurora;

y sintiendo al mirar ese paisaje

las alas de un esfuerzo soberano,

temprano las abrimos, y temprano

nos trajeron al término del viaje.

 

Le dimos a la tierra

los tintes del amor y de la rosa;

a nuestro huerto nidos y cantares,

a nuestro cielo pájaros y estrellas;

agotamos las flores del camino

para formar con ellas

una corona al ángel del destino…

y hoy en medio del triste desacuerdo

de tanta flor agonizante o muerta,

ya sólo se alza pálida y desierta

la flor envenenada del recuerdo.

 

Del libro de la vida

la que escribimos hoy es la última hoja…

Cerrémoslo en seguida,

y en el sepulcro de la fe perdida

enterremos también nuestra congoja.

Y ya que el cielo nos concede que este

de nuestros males el postrero sea,

para que el alma a descansar se apreste,

aunque la última lágrima nos cueste,

cumplamos hasta el fin con la tarea.

 

Y después cuando al ángel del olvido

hayamos entregado estas cenizas

que guardan el recuerdo adolorido

de tantas ilusiones hechas trizas

y de tanto placer desvanecido,

dejemos los espacios y volvamos

a la tranquila vida de la tierra,

ya que la noche del dolor temprana

se avanza hasta nosotros y nos cierra

los dulces horizontes del mañana.

 

Dejemos los espacios, o si quieres

que hagamos, ensayando nuestro aliento,

un nuevo viaje a esa región bendita

cuyo sólo recuerdo resucita

al cadáver del alma al sentimiento,

lancémonos entonces a ese mundo

en donde todo es sombras y vacío,

hagamos una luna del recuerdo

si el sol de nuestro amor está ya frío;

volemos, si tu quieres,

al fondo de esas mágicas regiones,

y fingiendo esperanzas e ilusiones,

rompamos el sepulcro, y levantando

nuestro atrevido y poderoso vuelo,

formaremos un cielo entre las sombras,

y seremos los duendes de ese cielo.

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