LETRAS REBELDES
ÁNGEL RAMÍREZ
Ensayista /Venezuela
«Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… nos dejaron las palabras». Pablo Neruda.
Con este pensamiento del gran poeta chileno, quisiera expresar mi admiración, respeto y orgullo por las letras latinoamericanas. Una literatura que rellena el costado de la vasija sedienta de afecto y víctima de la barbarie, pero erguida en infinitos gritos de libertad independentista. Es como que me sintiera encaramado en la cima del Chimborazo, en un viaje mágico a través del tiempo, y pudiera escuchar aquellos históricos delirios del Libertador. Reconocer en ella; el canto de las silvas a la agricultura de la zona tórrida, el fuego de muchas doñas Bárbaras, el viaje tierra-cielo de la Rayuela de Cortázar, revivir soledades en más de cien años con García Márquez, renovarme en las ficciones de Borges, amar con los 20 poemas de amor y en definitiva entregarme, sumergirme, vivir, reír, llorar y morir, en un solo océano, el de las palabras latinoamericanas.
No obstante, el peligro del olvido está presente. Las nuevas generaciones quieren oscurecer sus memorias, y a la vez, oscurecer las páginas de los libros nuestros; los medios de información ayudan “sin querer queriendo”. Propongo que planifiquemos una sublevación literaria latinoamericana, que tenga como primera acción ir a los cementerios y mausoleos y con un cierto tipo de elixir mágico Carpenteriano, resucitemos a escritores y poetas, conformando un ejército cuyas armas sean las 27 letras del alfabeto castellano, y disparemos dardos de sabiduría y reflexión en las conciencias somnolientas de los jóvenes. Todo esto, con el fin de despertarlos en contra de la injusticia y a favor de un nuevo orden social y cultural. Sin duda, podríamos llamarla la revolución de las letras rebeldes. Aquí cabe recordar la frase de Freire: “No es en la resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias”.
Para concluir, retomo el primer pensamiento y casi de inmediato pienso que el oro que nos dejaron los conquistadores, es decir la palabra o la literatura es una especie de Chimborazo en forma de fusil. Tenía razón Neruda: “Qué buen idioma el mío”.
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