DIMOS POR SENTADO
Juan Ortiz
POEMA/VENEZUELA
Dimos por sentado que el mar nos esperaría cada día para respirarle hondo
y hacernos olas por dentro,
recorrer su orilla de espuma,
dejar sobre la arena fría nuestras huellas pasajeras,
mirarnos,
tomarnos de la mano,
y coronarnos de gaviotas y alcatraces cada tarde.
Pensamos, sí, como absoluto,
que el cine aguardaría día tras día con sus estrenos para ir con ella y no ver la película,
porque lo mejor siempre fuimos nosotros,
los besos de cotufas,
las caricias de gaseosas haciendo efervecer el cuerpo.
Dimos por sentado que el amor de nuestra vida estaría allí,
esperando en la misma estación por el beso que guardamos durante tanto para por fin concretarlo y ser felices como nunca ese instante infinito,
abrazarnos y vencer así a la existencia.
Cuánto creímos cierto y eterno en este corto viaje de inciertos,
cuánto pospusimos por creer que habría un mañana,
y este beso te aguarda,
y esa mano fría se deshace en cenizas,
y nadie despide al viejo que tanto dio por los suyos,
y el invierno recorre las calles solo,
y miramos por las ventanas,
y amamos por una pantalla que ya no encanta tanto.
Dimos por sentado que nuestra madre aguardaría en casa con su café en la mesa y su mirada inconfundible,
con su aroma inalterable de piel dulce y su aliento cargado de palabras de aliento;
verla picar los aliños,
las verduras,
mientras sus nietos correteaban en el patio tras las gallinas
recreando el mejor cuadro que ninguna ventana nunca.
Perdimos tanto tiempo irrecuperable queriendo ser perfectos en Instagram,
Facebook y Tic-Toc,
que hoy no hay plata que pueda comprar aquellas horas, días y años para cambiarlos por pequeños segundos que permitan disfrutar un respiro en un bosque,
o un día de playa con los amigos,
a una fogata contando historias en el monte.
Cuan superficiales nos volvimos,
y lo real aguardaba tras los espejismos para ser disfrutado,
pero estábamos ciegos,
nos volvimos productos tras las vitrinas virtuales.
Dimos por sentado que no llegaría aquí el colapso de los pulmones,
el ahogamiento en vida,
que todo pasaría pronto,
nos confiamos,
y lo que conocíamos ya no es por no sabemos cuánto.
Hoy los animales nos miran desde sus balcones de rama,
desde sus palacios de tierra y piedras sin pulir,
con sus paredes de aire y techo de sol, luna y estrellas,
y aunque no comprenden nada del cómo volvieron a poseerlo todo,
se extrañan,
y somos la atracción adrede en cada jaula de concreto,
y su caminar es tranquilo,
sin bala que amenace ni cuchillo que quite piel alguna.
Dimos por sentado tantas cosas que ya no son o no se pueden,
que si llegamos a salir de esto
las calles se llenarán de abrazos reales como nunca,
y los besos que jamás nacieron
serán flores en la boca de los amantes,
valoraremos más lo esencial,
y regresaremos al tan necesario adentro que por mucho aguardaba el retorno.
Cuando todo esto acabe
no volveremos a dar nada por sentado,
la vida dejará de postergarse
y el después será un vocablo extraño de una lengua ajena
a la existencia de los hombres.
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