A LA HORA DEL CREPÚSCULO
Jesús J. Ortega Weffe
Soltando rizos, el difuso esmalte
acerca al sol el tiempo de la espera;
y él baña –eterno– en luz su madriguera
de tarde ansiosa, para que resalte.
Cuando, en nostalgia, mi mención te asalte
resbalando en tus labios voz afuera;
y tus ojos se mojen en su hoguera…
¡que a tu suspiro esa acuarela exalte!
Porque el crepúsculo es también mi guía,
doquiera bañe a mi alma su color,
para tu nombre oír en encendido
violeta y sepia despidiendo al día
y recibiendo a gotas mi dolor,
porque mi insomne amor no se ha dormido.
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