BODAS DE SANGRE
Federico García Lorca
Acto Primero, Cuadro III
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CUADRO III
Interior de la cueva donde vive la NOVIA. Al fondo, una cruz de grandes flores rosa. Las puertas, redondas con cortinas de encaje y lazos rosa. Por las paredes, de material blanco y duro, abanicos redondos, jarros azules y pequeños espejos.
CRIADA.- Pasen…
(Muy afable, llena de hipocresía humilde. Entran el NOVIO y su MADRE. La MADRE viste de raso negro y lleva mantilla de encaje. El NOVIO, de pana negra con gran cadena de oro.)
¿Se quieren sentar? Ahora vienen. (Sale.)
(Quedan MADRE e HIJO sentados, inmóviles como estatuas. Pausa larga.)
MADRE.- ¿Traes el reloj?
NOVIO.- Sí. (Lo saca y lo mira.)
MADRE.- Tenemos que volver a tiempo. ¡Qué lejos vive esta gente!
NOVIO.- Pero estas tierras son buenas.
MADRE.- Buenas; pero demasiado solas. Cuatro horas de camino y ni una casa ni un árbol.
NOVIO.- Éstos son los secanos.
MADRE.- Tu padre los hubiera cubierto de árboles.
NOVIO.- ¿Sin agua?
MADRE.- Ya la hubiera buscado. Los tres años que estuvo casado conmigo, plantó diez cerezos. (Haciendo memoria.) Los tres nogales del molino, toda una viña y una planta que se llama Júpiter, que da flores encarnadas, y se secó.
(Pausa.)
NOVIO.- (Por la NOVIA.) Debe estar vistiéndose.
(Entra el PADRE de la NOVIA. Es anciano, con el cabello blanco reluciente. Lleva la cabeza inclinada. La MADRE y el NOVIO se levantan y se dan las manos en silencio.)
PADRE.- ¿Mucho tiempo de viaje?
MADRE.- Cuatro horas.
(Se sientan.)
PADRE.- Habéis venido por el camino más largo.
MADRE.- Yo estoy ya vieja para andar por las terreras del río.
NOVIO.- Se marea.
(Pausa.)
PADRE.- Buena cosecha de esparto.
NOVIO.- Buena de verdad.
PADRE.- En mi tiempo, ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que nos dé algo provechoso.
MADRE.- Pero ahora da. No te quejes. Yo no vengo a pedirte nada.
PADRE.- (Sonriendo.) Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras… ¿entiendes?… estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo.
NOVIO.- Eso pasa siempre.
PADRE.- Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera. ¡Qué alegría!…
MADRE.- ¿Para qué?
PADRE.- Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto, ¡que junto es una hermosura!
NOVIO.- Y sería menos trabajo.
MADRE.- Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
PADRE.- Vender, ¡vender! ¡Bah!; comprar, hija, comprarlo todo. Si yo hubiera tenido hijos hubiera comprado todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo.
(Pausa.)
MADRE.- Tú sabes a lo que vengo.
PADRE.- Sí.
MADRE.- ¿Y qué?
PADRE.- Me parece bien. Ellos lo han hablado.
MADRE.- Mi hijo tiene y puede.
PADRE.- Mi hija también.
MADRE.- Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol.
PADRE.- Qué te digo de la mía. Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes.
MADRE.- Dios bendiga su casa.
PADRE.- Que Dios la bendiga.
(Aparece la CRIADA con dos bandejas. Una con copas y la otra con dulces.)
MADRE.- (Al HIJO.) ¿Cuándo queréis la boda?
NOVIO.- El jueves próximo.
PADRE.- Día en que ella cumple veintidós años justos.
MADRE.- ¡Veintidós años! Esa edad tendría mi hijo mayor si viviera. Que viviría caliente y macho como era, si los hombres no hubieran inventado las navajas.
PADRE.- En eso no hay que pensar.
MADRE.- Cada minuto. Métete la mano en el pecho.
PADRE.- Entonces el jueves. ¿No es así?
NOVIO.- Así es.
PADRE.- Los novios y nosotros iremos en coche hasta la iglesia, que está muy lejos, y el acompañamiento en los carros y en las caballerías que traigan.
MADRE.- Conformes.
(Pasa la CRIADA.)
PADRE.- Dile que ya puede entrar. (A la MADRE.) Celebraré mucho que te guste.
(Aparece la NOVIA. Trae las manos caídas en actitud modesta y la cabeza baja.)
MADRE.- Acércate. ¿Estás contenta?
NOVIA.- Sí, señora.
PADRE.- No debes estar seria. Al fin y al cabo ella va a ser tu madre.
NOVIA.- Estoy contenta. Cuando he dado el sí es porque quiero darlo.
MADRE.- Naturalmente. (Le coge la barbilla.) Mírame.
PADRE.- Se parece en todo a mi mujer.
MADRE.- ¿Sí? ¡Qué hermoso mirar! ¿Tú sabes lo que es casarse, criatura?
NOVIA.- (Seria.) Lo sé.
MADRE.- Un hombre, unos hijos y una pared de dos varas de ancho para todo lo demás.
NOVIO.- ¿Es que hace falta otra cosa?
MADRE.- No. Que vivan todos, ¡eso! ¡Que vivan!
NOVIA.- Yo sabré cumplir.
MADRE.- Aquí tienes unos regalos.
NOVIA.- Gracias.
PADRE.- ¿No tomamos algo?
MADRE.- Yo no quiero. (Al NOVIO.) ¿Y tú?
NOVIO.- Tomaré.
(Toma un dulce. La NOVIA toma otro.)
PADRE.- (Al NOVIO.) ¿Vino?
MADRE.- No lo prueba.
PADRE.- ¡Mejor!
(Pausa. Todos están de pie.)
NOVIO.- (A la NOVIA.) Mañana vendré.
NOVIA.- ¿A qué hora?
NOVIO.- A las cinco.
NOVIA.- Yo te espero.
NOVIO.- Cuando me voy de tu lado siento un despego grande y así como un nudo en la garganta.
NOVIA.- Cuando seas mi marido ya no lo tendrás.
NOVIO.- Eso digo yo.
MADRE.- Vamos. El sol no espera. (Al PADRE.) ¿Conformes en todo?
PADRE.- Conformes.
MADRE.- (A la CRIADA.) Adiós, mujer.
CRIADA.- Vayan ustedes con Dios.
(La MADRE besa a la NOVIA y van saliendo en silencio.)
MADRE.- (En la puerta.) Adiós, hija.
(La NOVIA contesta con la mano.)
PADRE.- Yo salgo con vosotros.
(Salen.)
CRIADA.- Que reviento por ver los regalos.
NOVIA.- (Agria.) Quita.
CRIADA.- Ay, niña, enséñamelos.
NOVIA.- No quiero.
CRIADA.- Siquiera las medias. Dicen que son todas caladas. ¡Mujer!
NOVIA.- ¡Ea, que no!
CRIADA.- Por Dios. Está bien. Parece como si no tuvieras ganas de casarte.
NOVIA.- (Mordiéndose la mano con rabia.) ¡Ay!
CRIADA.- Niña, hija, ¿qué te pasa? ¿Sientes dejar tu vida de reina? No pienses en cosas agrias. ¿Tienes motivo? Ninguno. Vamos a ver los regalos. (Coge la caja.)
NOVIA.- (Cogiéndola de las muñecas.) Suelta.
CRIADA.- ¡Ay, mujer!
NOVIA.- Suelta he dicho.
CRIADA.- Tienes más fuerza que un hombre.
NOVIA.- ¿No he hecho yo trabajos de hombre? ¡Ojalá fuera!
CRIADA.- ¡No hables así!
NOVIA.- Calla he dicho. Hablemos de otro asunto.
(La luz va desapareciendo de la escena. Pausa larga.)
CRIADA.- ¿Sentiste anoche un caballo?
NOVIA.- ¿A qué hora?
CRIADA.- A las tres.
NOVIA.- Sería un caballo suelto de la manada.
CRIADA.- No. Llevaba jinete.
NOVIA.- ¿Por qué lo sabes?
CRIADA.- Porque lo vi. Estuvo parado en tu ventana. Me chocó mucho.
NOVIA.- ¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
CRIADA.- No.
NOVIA.- ¿Tú le viste?
CRIADA.- Sí.
NOVIA.- ¿Quién era?
CRIADA.- Era Leonardo.
NOVIA.- (Fuerte.) ¡Mentira! ¡Mentira! ¿A qué viene aquí?
CRIADA.- Vino.
NOVIA.- ¡Cállate! ¡Maldita sea tu lengua!
(Se siente el ruido de un caballo.)
CRIADA.- (En la ventana.) Mira, asómate. ¿Era?
NOVIA.- ¡Era!
(Telón rápido.)
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