«Bodas de sangre» de Federico García Lorca (Acto III, Cuadro I) (Drama)

BODAS DE SANGRE

Federico García Lorca

Acto tercero, Cuadro I

Acto III

Cuadro I

Bosque. Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines. Salen tres leñadores.

LEÑADOR 1.º.-  ¿Y los han encontrado?

LEÑADOR 2.º.-  No. Pero los buscan por todas partes.

LEÑADOR 3.º.-  Ya darán con ellos.

LEÑADOR 2.º.-  ¡Chissss!

LEÑADOR 3.º.-  ¿Qué?

LEÑADOR 2.º.-  Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.

LEÑADOR 1.º.-  Cuando salga la luna los verán.

LEÑADOR 2.º.-  Debían dejarlos.

LEÑADOR 1.º.-  El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.

LEÑADOR 3.º.-  Pero los matarán.

LEÑADOR 2.º.-  Hay que seguir la inclinación; han hecho bien en huir.

LEÑADOR 1.º.-  Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.

LEÑADOR 3.º.-  ¡La sangre!

 LEÑADOR 1.º.-  Hay que seguir el camino de la sangre.

LEÑADOR 2.º.-  Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.

LEÑADOR 1.º.-  ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.

LEÑADOR 3.º.-  Callar.

LEÑADOR 1.º.-  ¿Qué? ¿Oyes algo?

LEÑADOR 3.º.-  Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.

LEÑADOR 1.º.-  Pero el caballo no se siente.

LEÑADOR 3.º.-  No.

LEÑADOR 1.º.-  Ahora la estará queriendo.

LEÑADOR 2.º.-  El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.

LEÑADOR 3.º.-  Los buscan y los matarán.

LEÑADOR 1.º.-  Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.

LEÑADOR 2.º.-  Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.

LEÑADOR 3.º.-  El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta.

LEÑADOR 1.º.-  Su casta de muertos en mitad de la calle.

LEÑADOR 2.º.-  ¡Eso es!

LEÑADOR 3.º.-  ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?

LEÑADOR 2.º.-  Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.

LEÑADOR 3.º.-  Él lleva buen caballo.

LEÑADOR 2.º.-  Pero lleva una mujer.

LEÑADOR 1.º.-  Ya estamos cerca.

 

LEÑADOR 2.º.-  Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.

 

LEÑADOR 3.º.-  Ahora sale la luna. Vamos a darnos prisa.

 

(Por la izquierda surge una claridad.)

LEÑADOR 1.º         

¡Ay luna que sales!            

Luna de las hojas grandes.                      

LEÑADOR 2.º         

¡Llena de jazmines la sangre!                 

LEÑADOR 1.º         

¡Ay luna sola!                      

¡Luna de las verdes hojas!           

LEÑADOR 2.º         

Plata en la cara de la novia.                    

LEÑADOR 3.º         

¡Ay luna mala!                     

Deja para el amor la oscura rama.                     

LEÑADOR 1.º         

¡Ay triste luna!                    

¡Deja para el amor la rama oscura!                    

 

(Salen. Por la claridad de la izquierda aparece la LUNA. La LUNA es un leñador joven con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)

 

LUNA

Cisne redondo en el río,                

ojos de las catedrales,                  

alba fingida en las hojas               

soy; ¡no podrán escaparse!                     

¿Quién se oculta? ¿Quién solloza                     

por la maleza del valle?                

La luna deja un cuchillo               

abandonado en el aire,                 

que siendo acecho de plomo                  

quiere ser dolor de sangre.                      

¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada            

por paredes y cristales!                 

¡Abrid tejados y pechos                

donde pueda calentarme!             

¡Tengo frío! Mis cenizas               

de soñolientos metales                 

buscan la cresta del fuego           

por los montes y las calles.                      

Pero me lleva la nieve                  

sobre su espalda de jaspe,                      

y me anega, dura y fría,                

el agua de los estanques.            

Pues esta noche tendrán             

mis mejillas roja sangre,               

y los juncos agrupados                 

en los anchos pies del aire.                     

¡No haya sombra ni emboscada,            

que no puedan escaparse!                      

¡Que quiero entrar en un pecho             

para poder calentarme!                 

¡Un corazón para mí!                     

¡Caliente!, que se derrame                       

por los montes de mi pecho;                   

dejadme entrar, ¡ay, dejadme!                 

 (A las ramas.)

 

No quiero sombras. Mis rayos                 

han de entrar en todas partes,                

y haya en los troncos oscuros                 

un rumor de claridades,                

para que esta noche tengan                   

mis mejillas dulce sangre,            

y los juncos agrupados                 

en los anchos pies del aire.                     

¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!             

¡No! ¡No podrán escaparse!                     

Yo haré lucir al caballo                 

una fiebre de diamante.                

 

(Desaparece entre los troncos, y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una ANCIANA totalmente cubierta por tenues paños verdeoscuro. Lleva los pies descalzos. Apenas si se le verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en el reparto.)

 

MENDIGA    

Esa luna se va, y ellos se acercan.                    

De aquí no pasan. El rumor del río                    

apagará con el rumor de troncos            

el desgarrado vuelo de los gritos.                       

Aquí ha de ser, y pronto. Estoy cansada.                     

Abren los cofres, y los blancos hilos                 

aguardan por el suelo de la alcoba                    

cuerpos pesados con el cuello herido.              

No se despierte un pájaro y la brisa,                 

recogiendo en su falda los gemidos,                 

huya con ellos por las negras copas                  

o los entierre por el blanco limo.             

¡Esa luna, esa luna!                      

 (Impaciente.)

¡Esa luna, esa luna!                      

(Aparece la LUNA. Vuelve la luz intensa.)

 

LUNA

Ya se acercan.

Unos por la cañada y otros por el río.                

Voy a alumbrar las piedras. ¿Qué necesitas?             

 

MENDIGA    

Nada.

LUNA

El aire va llegando duro, con doble filo.            

 

MENDIGA    

Ilumina el chaleco y aparta los botones,           

que después las navajas ya saben el camino.            

LUNA

Pero que tarden mucho en morir. Que la sangre                    

me ponga entre los dedos su delicado silbo.               

¡Mira que ya mis valles de ceniza despiertan              

en ansia de esta fuente de chorro estremecido!                      

MENDIGA    

No dejemos que pasen el arroyo. ¡Silencio!                

LUNA

¡Allí vienen!             

 

(Se va. Queda la escena oscura.)

 

MENDIGA    

De prisa. Mucha luz. ¿Me has oído?                 

¡No pueden escaparse!                

 

(Entran el NOVIO y MOZO 1.º. La MENDIGA se sienta y se tapa con el manto.)

NOVIO.-  Por aquí.

MOZO 1.º.-  No los encontrarás.

 

NOVIO.-   (Enérgico.) ¡Sí los encontraré!

MOZO 1.º.-  Creo que se han ido por otra vereda.

NOVIO.-  No. Yo sentí hace un momento el galope.

MOZO 1.º.-  Sería otro caballo.

NOVIO.-   (Dramático.) Oye. No hay más que un caballo en el mundo, y es éste. ¿Te has enterado? Si me sigues, sígueme sin hablar.

MOZO 1.º.-  Es que yo quisiera…

NOVIO.-  Calla. Estoy seguro de encontrármelos aquí. ¿Ves este brazo? Pues no es mi brazo. Es el brazo de mi hermano y el de mi padre y el de toda mi familia que está muerta. Y tiene tanto poderío, que puede arrancar este árbol de raíz si quiere. Y vamos pronto, que siento los dientes de todos los míos clavados aquí de una manera que se me hace imposible respirar tranquilo.

MENDIGA.-   (Quejándose.) ¡Ay!

MOZO 1.º.-  ¿Has oído?

NOVIO.-  Vete por ahí y da la vuelta.

 

MOZO 1.º.-  Esto es una caza.

NOVIO.-  Una caza. La más grande que se puede hacer.

 

(Se va el MOZO. El NOVIO se dirige rápidamente hacia la izquierda y tropieza con la MENDIGA, la Muerte.)

MENDIGA.-  ¡Ay!

NOVIO.-  ¿Qué quieres?

MENDIGA.-  Tengo frío.

NOVIO.-  ¿Adónde te diriges?

MENDIGA.-   (Siempre quejándose como una mendiga.) Allá lejos…

 

NOVIO.-  ¿De dónde vienes?

MENDIGA.-  De allí…, de muy lejos.

NOVIO.-  ¿Viste un hombre y una mujer que corrían montados en un caballo?

MENDIGA.-   (Despertándose.) Espera…  (Lo mira.)  Hermoso galán.  (Se levanta.) Pero mucho más hermoso si estuviera dormido.

NOVIO.-  Dime, contesta, ¿los viste?

MENDIGA.-  Espera… ¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no te gusta estar tendido sobre ellas y no andar sobre las plantas de los pies, que son tan chicas?

NOVIO.-   (Zamarreándola.) ¡Te digo si los viste! ¿Han pasado por aquí?

MENDIGA.-   (Enérgica.) No han pasado; pero están saliendo de la colina. ¿No los oyes?

NOVIO.-  No.

MENDIGA.-  ¿Tú no conoces el camino?

NOVIO.-  ¡Iré, sea como sea!

MENDIGA.-  Te acompañaré. Conozco esta tierra.

 

NOVIO.-   (Impaciente.) ¡Pero vamos! ¿Por dónde?

 

MENDIGA.-   (Dramática.) ¡Por allí!

 

(Salen rápidos. Se oyen lejanos dos violines que expresan el bosque. Vuelven los leñadores. Llevan las hachas al hombro. Pasan lentos entre los troncos.)

LEÑADOR 1.º         

¡Ay muerte que sales!                   

Muerte de las hojas grandes.                  

 

LEÑADOR 2.º         

¡No abras el chorro de la sangre!           

LEÑADOR 1.º         

¡Ay muerte sola!                 

Muerte de las secas hojas.                      

 

LEÑADOR 3.º         

¡No cubras de flores la boda!                  

LEÑADOR 2.º         

¡Ay triste muerte!                

Deja para el amor la rama verde.           

 

LEÑADOR 1.º         

¡Ay muerte mala!                

¡Deja para el amor la verde rama!                      

 

(Van saliendo mientras hablan. Aparecen LEONARDO y la NOVIA.)

 

LEONARDO

¡Calla!           

 

NOVIA          

Desde aquí yo me iré sola.                      

¡Vete! ¡Quiero que te vuelvas!                

 

LEONARDO

¡Calla, digo!             

NOVIA          

Con los dientes, con las manos, como puedas,                      

quita de mi cuello honrado           

el metal de esta cadena,              

dejándome arrinconada               

allá en mi casa de tierra.               

Y si no quieres matarme               

como a víbora pequeña               

pon en mis manos de novia                    

el cañón de la escopeta.               

¡Ay, qué lamento, qué fuego                   

me sube por la cabeza!                

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!           

 

LEONARDO

Ya dimos el paso; ¡calla!,             

porque nos persiguen cerca                    

y te he de llevar conmigo.            

 

NOVIA          

¡Pero ha de ser a la fuerza!                     

LEONARDO

¿A la fuerza? ¿Quién bajó           

primero las escaleras?                  

 

NOVIA          

Yo las bajé.              

 

LEONARDO

¿Quién le puso

al caballo bridas nuevas?            

 

NOVIA          

Yo misma. Verdad.            

LEONARDO

¿Y qué manos

me calzaron las espuelas?                      

 

NOVIA          

Estas manos que son tuyas,                   

pero que al verte quisieran                      

quebrar las ramas azules             

y el murmullo de tus venas.                     

¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!               

Que si matarte pudiera,                

te pondría una mortaja                  

con los filos de violetas.                

¡Ay, qué lamento, qué fuego                   

me sube por la cabeza!                

 

LEONARDO

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!           

Porque yo quise olvidar                

y puse un muro de piedra             

entre tu casa y la mía.                   

Es verdad. ¿No lo recuerdas?                

Y cuando te vi de lejos                  

me eché en los ojos arena.                      

Pero montaba a caballo               

y el caballo iba a tu puerta.                      

Con alfileres de plata                    

mi sangre se puso negra,             

y el sueño me fue llenando                     

las carnes de mala hierba.           

Que yo no tengo la culpa,            

que la culpa es de la tierra           

y de ese olor que te sale              

de los pechos y las trenzas.                    

 

NOVIA          

¡Ay qué sinrazón! No quiero                    

contigo cama ni cena,                   

y no hay minuto del día                 

que estar contigo no quiera,                    

porque me arrastras y voy,                      

y me dices que me vuelva           

y te sigo por el aire            

como una brizna de hierba.                     

He dejado a un hombre duro                   

y a toda su descendencia            

en la mitad de la boda                   

y con la corona puesta.                 

Para ti será el castigo                    

y no quiero que lo sea.                  

¡Déjame sola! ¡Huye tú!                

No hay nadie que te defienda.                

 

LEONARDO

Pájaros de la mañana                   

por los árboles se quiebran.                    

La noche se está muriendo                     

en el filo de la piedra.                    

Vamos al rincón oscuro,               

donde yo siempre te quiera,                    

que no me importa la gente,                    

ni el veneno que nos echa.                      

 (La abraza fuertemente.)

 

NOVIA          

Y yo dormiré a tus pies                 

para guardar lo que sueñas.                   

Desnuda, mirando al campo,                   

 (Dramática.)

 

como si fuera una perra,               

¡porque eso soy! Que te miro                  

y tu hermosura me quema.                      

 

LEONARDO

Se abrasa lumbre con lumbre.                

La misma llama pequeña             

mata dos espigas juntas.              

¡Vamos!                    

 (La arrastra.)

 

NOVIA          

¿Adónde me llevas?

 

LEONARDO

A donde no puedan ir                   

estos hombres que nos cercan.              

¡Donde yo pueda mirarte!             

 

NOVIA          

 (Sarcástica.)

 

Llévame de feria en feria,             

dolor de mujer honrada,               

a que las gentes me vean            

con las sábanas de boda             

al aire, como banderas.                

 

LEONARDO

También yo quiero dejarte            

si pienso como se piensa.            

Pero voy donde tú vas.                 

Tú también. Da un paso. Prueba.                      

Clavos de luna nos funden                      

mi cintura y tus caderas.               

 

(Toda esa escena es violenta, llena de gran sensualidad.)

 

NOVIA          

¿Oyes?                     

 

LEONARDO

Viene gente.

 

NOVIA          

¡Huye!

Es justo que yo aquí muera                     

con los pies dentro del agua,                  

espinas en la cabeza.                   

Y que me lloren las hojas,            

mujer perdida y doncella.             

LEONARDO

Cállate. Ya suben.             

 

NOVIA          

¡Vete!

LEONARDO

Silencio. Que no nos sientan.                 

Tú delante. ¡Vamos, digo!            

 

(Vacila la NOVIA.)

 

NOVIA          

¡Los dos juntos!                  

 

LEONARDO

 (Abrazándola.)

 

¡Como quieras!

Si nos separan, será                     

porque esté muerto.                      

NOVIA          

Y yo muerta.

 

(Salen abrazados. Aparece la LUNA muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos violines. Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados, y se corta la música de los violines. Al segundo grito aparece la MENDIGA y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro, como un gran pájaro de alas inmensas. La LUNA se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)

 

(Telón.)

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