«En defensa de la sociedad» de Salomé Ureña (Poema)

AMOR Y ANHELO

SALOMÉ UREÑA

POEMA / REPÚBLICA DOMINICANA

Espíritu creador, numen fecundo

que en incansable actividad dilatas

de tu excelso poder las maravillas,

tú que perenne brillas

en las obras del bien, tú que arrebatas

a regiones sin fin el pensamiento

y extiendes con tu amor de mundo a mundo

las leyes del eterno movimiento:

 

¿será que la preciada

sublime hechura de tu augusta diestra

condenes al reposo de la nada?

¿Será que aletargada,

de tu activo poder ante la muestra,

en indolente ociosidad rendida

admirándote ¡oh Dios! pase la vida?

 

No: despertad, los que del campo ameno

en la florida alfombra

sólo buscáis al ánimo sereno

horas de paz en ignorada sombra.

Alzad, los que siguiendo

de la corriente el agradable giro,

un anatema al popular estruendo

lanzáis, soñando más feliz retiro.

 

No es el orgullo quien levanta al cielo

pirámide grandiosa

y alzar pretende a lo infinito el vuelo:

es la chispa inmortal, que poderosa

la inmensidad fatiga,

y en constante anhelar y afán interno

hace que el hombre en su delirio siga

algo de grande cual su fin eterno.

El solo es quien anima

del yerto mármol la materia dura,

el que las obras del Creador sublima

en paisajes de espléndida pintura

y al fuego fecundante de la idea

descubre mundos y portentos crea.

 

No todo es paz y amor, delicia grata,

allá del campo en el silencio amigo,

ni en cuanto abarca la inocencia mora:

también allí la tempestad desata

su furia destructora,

el áspid en las flores tiene abrigo,

y el ave de rapiña, turbulenta,

la presa entre sus garras atormenta.

 

No todo es vicio y confusión y horrores

entre el social tumulto:

tras ese velo de maldad y errores

luz halla el genio, y el Eterno culto

palmas el bien y la virtud loores.

De un Dios también la majestad potente

se dilata en espacios sin medida

allí do el alma pensadora siente

bullir el mundo y palpitar la vida.

En solitaria calma

no se alza sólo hasta el Creador el alma,

ni del campo en la paz siempre vivieron

los pocos sabios que en el mundo fueron.

 

La sociedad que avanza

sus destinos altísimos comprende,

y al ocio opone varonil pujanza,

y a realizar su perfección asciende.

Es ella la que, activa,

los bíblicos asombros hoy renueva,

Moisés moderno que al desierto lleva

raudales de agua viva,

que al pueblo del Señor la senda traza

y resignado escucha

las voces de la turba que amenaza;

nuevo Josué que en gigantesca lucha

detiene allá en su esfera

del padre de los astros la carrera.

 

Por ella en lid de fama

raros prodigios el ingenio luce

y del mundo los ámbitos inflama;

al imperioso empuje de su vuelo,

vencida la distancia se reduce,

divídense los istmos,

descorren los espacios su ancho velo,

descubren sus secretos los abisomos,

y preso en redes que la industria labra

lleva atónito el rayo la palabra.

 

Y esa es del hombre la misión sublime:

disipar del error la sombra densa,

y a la ignorancia que en tinieblas gime

llevar la luz de la verdad que piensa.

¡Oh soñadoras almas

que en perenne quietud y paz cumplida

anheláis a la sombra de las palmas

en ocio estéril enervar la vida!

Volved, no es ese el puesto

donde el deber, la humanidad que llora,

y el mismo Dios, a la inacción opuesto,

os mandan combatir hora tras hora.

Volad a las regiones

donde en lucha de honor el bien levanta

glorioso sus pendones

y a conquistar el orbe se adelanta.

¡El mundo pide luz, dadle ese rayo

que amortiguáis en criminal desmayo!

 

Habite ufano el labrador activo

los campos que fecunda,

mostrando al ocio esquivo

la honrada frente que el sudor inunda.

Corra el audaz minero

que fatiga la tierra y arrebata

espléndido el venero

que en su seno preciado se dilata.

Vuele a poblar el campo abandonado,

abriendo al porvenir dignas contiendas,

el que de ciencia y de virtud llevado

domeña la cerviz de altivos montes,

descubre nuevas sendas,

ensancha los cerrados horizontes

y del desierto hasta el confín lejano

lleva los triunfos del progreso humano.

 

Mas ¡ah! los que rendidos

de la arena del mundo en el combate

lleváis del desencanto los gemidos

al corazón que de entusiasmo late:

¡paso a la inteligencia!

¡Desmayados atletas, apartaos!

Y vosotros, alumnos de la ciencia,

que fecundáis el caos

poblando de espléndidas creaciones,

no deis tregua al destino:

alzad el estandarte a las naciones,

abrid a las virtudes el camino.

 

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