DE LA MANO DE LA SAL
Juan Ortiz
POEMA/VENEZUELA
Uno retorna,
soldado de caracolas,
a la orilla donde siempre;
uno vuelve,
sin importar dónde se esté,
de la mano de la sal.
Haber cruzado la línea siendo arena,
simple arena,
es mucho para un hombre,
sobre todo cuando la vida basta para complicar la existencia,
cuando se respira y se pregunta el porqué de tanto,
de uno mismo.
La noche se ha vuelto casa de nostalgias,
una puerta antes del sueño que me cruza para buscar a ver qué hallo de bueno en el
hombre que fui,
un regreso a algo entre beduinos taciturnos para aprender a callar mientras se sufre
ver pasar lo feliz que se era;
la noche se ha vuelto un volver —sin querer— a la tierra,
un entender el destierro desde adentro,
ser un espectador de la tragedia más amarilla que nunca,
un confrontarte a certezas que quiebran,
que te estrujan el mar que se es de vez en cuando en la sangre,
un comprender una de las verdades más duras y contundentes:
que no te sacaron de allá,
sino que, mucho peor,
te sacaron de ti.
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