«A los éxtasis de Teresa de Jesús» de Miguel de Cervantes Saavedra (Poema)

A LOS ÉXTASIS DE TERESA DE JESÚS

Miguel de Cervantes

POEMA / ESPAÑA

Virgen fecunda, madre venturosa,

cuyos hijos, criados a tus pechos,

sobre sus fuerzas la virtud alzando,

pisan ahora los dorados techos

de la dulce región maravillosa

que está la gloria de su Dios mostrando:

tú, que ganaste obrando

un nombre en todo el mundo

y un grado sin segundo,

ahora estés ante tu Dios postrada,

en rogar por tus hijos ocupada,

o en cosas dignas de tu intento santo,

oye mi voz cansada

y esfuerza, ¡oh madre!, el desmayado canto.

 

Luego que de la cuna y las mantillas

sacó Dios tu niñez, diste señales

que Dios para ser suya te guardaba,

mostrando los impulsos celestiales

en ti, con ordinarias maravillas,

que a tu edad tu deseo aventajaba;

y si se descuidaba

de lo que hacer debía,

tal vez luego volvía

mejorado, mostrando codicioso

que el haber parecido perezoso

era un volver atrás para dar salto,

con curso más brïoso,

desde la tierra al cielo, que es más alto.

 

Creciste, y fue creciendo en ti la gana

de obrar en proporción de los favores

con que te regaló la mano eterna,

tales que, al parecer, se alzó a mayores

contigo alegre Dios en la mañana

de tu florida edad humilde y tierna;

y así tu ser gobierna

que poco a poco subes

sobre las densas nubes

de la suerte mortal, y así levantas

tu cuerpo al cielo, sin fijar las plantas,

que ligero tras sí el alma le lleva

a las regiones santas

con nueva suspensión, con virtud nueva.

 

Allí su humildad te muestra santa;

acullá se desposa Dios contigo,

aquí misterios altos te revela.

Tierno amante se muestra, dulce amigo,

y, siendo tu maestro, te levanta

al cielo, que señala por tu escuela;

parece se desvela

en hacerte mercedes;

rompe rejas y redes

para buscarte el Mágico divino,

tan tu llegado siempre y tan contino

que, si algún afligido a Dios buscara,

acortando camino

en tu pecho o en tu celda le hallara.

 

Aunque naciste en Ávila, se puede

decir que Alba fue donde naciste,

pues allí nace donde muere el justo;

desde Alba, ¡oh madre!, al cielo te partiste:

alba pura, hermosa, a quien sucede

el claro día del inmenso gusto.

Que le goces es justo

en éxtasis divinos

por todos los caminos

por donde Dios llevar a un alma sabe,

para darle de sí cuanto ella cabe,

y aun la ensancha, dilata y engrandece

y, con amor süave,

a sí y de sí la junta y enriquece.

 

Como las circunstancias convenibles

que acreditan los éxtasis, que suelen

indicios ser de santidad notoria,

en los tuyos se hallaron, nos impelen

a creer la verdad de los visibles

que nos describe tu discreta historia;

y el quedar con victoria,

honroso triunfo y palma

del infierno, y tu alma

más humilde, más sabia y obediente

al fin de tus arrobos, fue evidente

señal que todos fueron admirables

y sobrehumanamente

nuevos, continuos, sacros, inefables.

 

Ahora, pues, que al cielo te retiras,

menospreciando la mortal riqueza

en la inmortalidad que siempre dura,

y el visorrey de Dios nos da certeza

que sin enigma y sin espejo miras

de Dios la incomparable hermosura,

colma nuestra ventura:

oye, devota y pía,

los balidos que envía

el rebaño infinito que crïaste

cuando del suelo al cielo el vuelo alzaste,

que no porque dejaste nuestra vida

la caridad dejaste,

que en los cielos está más extendida.

 

Canción, de ser humilde has de preciarte

cuando quieras al cielo levantarte,

que tiene la humildad naturaleza

de ser el todo y parte

de alzar al cielo la mortal bajeza.

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