Hablando de Lucienne Sanabria

Hablando de Lucienne Sanabria

Hay que darse un paseito

por esa orilla de playa,

con el sol en la atarraya,

de su Juan Griego bonito.

Sencilla cual la espuma de pícara inocencia. Cual vuelo de gaviota que despierta alegrando en su color. Mar y cielo de amor que dan a la saga, su existencia. Así pues, estamos en presencia del alumbramiento de un ser de mar, una perla madre, un coral encendido en el fogaje del canto de una sirena Margariteña.

Lucienne Sanabria se fue adentrando en el sonido de su voz

La vengo siguiendo desde hace tiempo como el que sigue a una piragua. La vengo mirando hace rato, como el que se mira en un espejo. La vengo sintiendo hace tiempo, como el que sigue a un canto eterno.

Hablando de Lucienne, la conocí por allá por los años 70 y tantos. Éramos unos jóvenes con deseo de aprender y de expresarnos en el bello arte de la música. Ella con su clarinete haciendo ecos de su grandeza y talento, que luego se fue adentrando en el sonido de su voz y de su genuina expresión.

Conversadora, intuitiva, melodiosa, afinada por la naturaleza de un Dios divino quien le sonríe bendiciendo su gracia. Así es Lucienne, la hija de Candelaria y José, la hermana de Carlitos, Francis y Pedro, todos ellos provenientes de ese hogar lleno de optimismo, de franqueza, de respeto, de amor por el país, por la isla, su música y en lo más alto, su gente y nuestra Virgen del Valle.

Lucciene, la amiga, la comay

Lucienne, la amiga, la comay, la que sabe que sólo el tiempo es quién llega y trae todo en su justo momento. Es el ave que vuela sin fronteras, que se adueña del mundo, porque sabe que por donde quiera que va, hay un bien merecido espacio para ella. La maestra que guía sin ninguna sombra de egoísmo, la que enseña desde su corazón inculcando la admiración por lo admirado y el amor por quien lo profesa.

Lucienne, mujer amiga de las serenatas, pero más bien salía uno serenateado.  Capitana de la parranda del 25 de diciembre, siempre con ese espíritu guarichero, ese sabor aguinaldero y ese olor a Pascua. Es por eso que el compaito Régulo se quedó prendado en las luces del escenario de sus ojos con el lente de su cámara cuando plasmó la gracia de su salero y en el murmullo de su aliento. Y su hijo José David orgulloso de esa joya marinera como madre.

LUCIENNE SANABRIA

Beto Valderrama lo sabía

Hablando de Lucienne, nuestro gran Maestro Alberto Beto Valderrama Patiño lo sabía. por eso él puso toda su sapiencia y finura en el talento preciado de esta jovencita dama y señora del canto Margariteño.

Cante siempre mi comay,

Cante siempre mi hermanita,

Que cuando usted canta porai,

Hermosa está Margarita.

Que la Virgen del Valle te bendiga siempre, un abrazo con la más profunda admiración eterna, tu hermano, Chebeto Requena.

Por: Chebeto Requena

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