ATISBOS DE LA CASA DE ASTERIÓN
ÁNGEL MARINO RAMÍREZ V.
POEMA/VENEZUELA
Poema homenaje a Jorge Luis Borges
Sé que me acusan tal vez
de soberbia, de locura,
de misantropía pura,
yo castigaré después.
Esta acusación soez
es irrisoria y fracasa.
En el mundo todo abrasa
estés dormido o despierto,
algo si tengo por cierto
que no salgo de mi casa.
Están las puertas de casa
abiertas de día y noche,
puede entrar hasta el fantoche,
el payaso y la payasa.
Todo aquel que quiera pasa,
el animal inaudito,
el hombre con su apetito,
la casa no tiene alertas;
solo un número en sus puertas,
es un número infinito.
En esta casa no hay hiatos
con sintácticos perfiles
ni las pompas mujeriles
ni bizarros aparatos.
Solo existen alegatos
de una soledad completa,
la quietud es muy concreta
que ni a Egipto se traspasa,
porque, en fin, como esta casa
no hay otra sobre el planeta.
Ni un mueble en ella cohabita
lo dicen mis detractores,
y los atisbos peores
surgen de forma infinita.
No soy prisionero. Incita
rechazar esas lecturas.
Mi casa que ofrece anchuras,
mi casa que ofrece andadas,
no tiene puertas cerradas
ni tampoco cerraduras.
En algún atardecer
a la calle he zapateado,
debí volver asustado
antes del anochecer.
Así lo tuve que hacer
porque vi una plebe incierta,
dudosa, imprecisa y muerta,
sin colores ni cuartadas,
con sus caras aplanadas
igual que una mano abierta.
Ya se había puesto el sol,
pero el indefenso llanto
de un niño con desencanto
supo cuál era su rol.
Junto a la grey dio el control
de ese llanto desvalido:
los dos sin mayor ruido
sin dotes extraordinarias,
entre sus toscas plegarias
me habían reconocido.
Con miedo la gente oraba,
hasta piedras reunía,
el más asustado huía,
el que no se prosternaba.
Alguno se encaramaba
o no quería mirar.
Hubo el que buscó lugar
en el Templo de las Hachas
y el que no quiso covachas
se ocultó abajo en el mar.
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