AL POETA
Manuel Ortiz Guerrero
POEMA / PARAGUAY
Luminoso charrúa de los versos fragantes,
fue muy larga, muy larga, para mí tu tardanza:
de mirar tanto el río, de tu arribo anhelantes,
hoy ya tienen mis ojos un color de esperanza.
Visitante llegado de una tierra sonora
a esta otra historiada de perfume y leyenda;
cárganos las espaldas con tus fardos de aurora:
para nuestras heridas déjanos una venda.
Allá, poeta, en loma que tu mirada abarca,
está el árbol solemne cuyo tronco fue asiento
del Artigas proscripto, de aquel gran patriarca
que unir quiso la América en un gran pensamiento.
Aquel árbol, poeta, dice algo al oído,
algo de tu leyenda, semejante al latido
de algún gran corazón,
porque allí el patriarca, como fantasma herido,
memoraba en cien noches su gran sueño perdido,
enfermo de nostalgia y de desolación.
Olvidé de decirte que en una tarde lila
he visto a tu indio dulce de paso por aquí:
Tabaré melancólico de verdosa pupila,
en busca de su hermano perdido, Guaraní.
Oh mártires sin nombres, sin gestos y sin huellas
que muerto habéis ya siglos y os enterró el olvido:
el vate por vosotros sus llantos ha vertido
en vuestro sacro abismo como caer de estrellas…
Ataviado, poeta, de tus versos fragantes,
Tabaré se ha perdido en la azul lontananza
y… también es por eso: de su vuelta anhelantes
que hoy ya tienen mis ojos un color de esperanza.
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