REDONDILLAS
VICENTE ESPINEL
POEMA / ESPAÑA
No hay bien que del mal me guarde,
temeroso y encogido,
de sinrazón ofendido,
y de ofendido cobarde.
Y aunque mi queja, ya es tarde,
y razón me la defiende,
más en mi daño se enciende,
que voy contra quien me agravia,
como el perro que con rabia
a su mismo dueño ofende.
Ya esta suerte, que empeora,
se vio tan en las estrellas,
que formó de mí querellas
de quien yo las formo ahora.
Y es tal la falta, señora,
de este bien, que de pensallo,
confuso y triste me hallo,
que si por vos me preguntan
los que mi daño barruntan,
de pura vergüenza callo.
Suele decirme la gente,
que en parte sabe mi mal,
que la causa principal
se me ve escrita en la frente.
Y aunque hago del valiente,
luego mi lengua desliza
por lo que dora y matiza,
que lo que el pecho no gasta
ningún disimulo basta
a cubrillo con ceniza.
Si me os nombran, o si os nombro
vivo lleno de cuidado,
de ordinario recatado
con la barba sobre el hombro.
Que de mil cosas me asombro,
porque en mi poca ventura
no está mi suerte segura,
que quizá dicen las lenguas,
que ha sido por propias menguas
lo que fue por desventura.
A vos presentar os quiero
desta verdad por testigo,
que a un declarado enemigo
os tengo por verdadero.
Que aunque desdeñado muero,
ser sin razón desdeñado
no es, por lo que en mí ha faltado
que en todo el discurso nuestro,
tan buen gusto como el vuestro
no pudo ser engañado.
Sola esta satisfación
me queda de tantos daños,
que nunca en tan largos años
os enfadó mi razón.
Mas ya para más pasión
podrá ser que lo neguéis,
que cuando queréis podéis,
pero a tan grande delito
resta vivo un sobrescrito,
que de mi letra traéis.
Esto da fuerza a mi fe
a que su intento prosiga,
y vuesa merced no diga
desta agua no beberé.
Podrá ser que lo que fue
torne a ser como primero,
que en vuestra clemencia espero,
y no he de desesperar,
que no será justo echar
la soga tras el caldero.
El pensamiento cansado
del importuno dolor
busca el estado mejor
(si en amor hay buen estado).
Que a un pecho tan lastimado
ni la gloria le alimenta,
ni la pena le atormenta,
que elevada la memoria,
ni siente pena, ni gloria,
ni el bien, ni el mal le sustenta.
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