«El preguntatario» de Ángel Marino Ramírez Velásquez

EL PREGUNTATARIO

Ángel Marino Ramírez V.

POEMA/VENEZUELA

En un mundo que quería ser justo,

él respiró la injusticia;

la injusticia de las medidas,

la injusticia de las mentiras,

la injusticia del exilio.

Se puso a escribir su experiencia,

queriendo estremecer

las aguas empantanadas

y olvidó percatarse

del cincel de la ignorancia.

 

Con el fin de escrudiñar

cuartos misteriosos y menguantes,

no aprendió voluntades,

aceptando las cosas.

Al contrario, indagando en sus

infinitas posibilidades,

se auto flageló creando

discusiones esenciales.

 

Dibujó la autoflagelación de sus colores

en la cara oculta de una luna,

rodeada de márgenes

y sobre la espalda

de morfemas

aparentemente dispersos,

se dispuso a cuestionar

sus propios descalabros sordos.

¿En un posible error profético

podía estar su vida?

¿En un simple subtítulo

podía anidar su razón?

¿En una manipulada máquina

podía dormir el rostro de su idea?

Aquel poeta era un sujeto loco

cuya única desdicha estaba en su letra;

letras vestidas de corcheas

aspirando tres cosas:

el despertar de un niño color turquesa,

la ultravioleta de una semilla de azafrán

o el improbable ocaso de la politiquería.

 

No quise tildarlo de contestatario.

Más bien, pensé en un “preguntatario”,

un inconforme que ejecuta

la guitarra solitaria del mendigo

y que puede en un café mañanero;

preguntarse por el plasma de su enojo,

preguntarse por la risa de su desahogo,

preguntarse por la huella

que aborta el decoro de su incredulidad.

 

Pero le llegó el día,

el día del veredicto que él llamó: del después.

Aquel día, una diosa misteriosa

sin firma ni cuño,

de tendencias irreversibles,

lo libró de títulos inmerecidos,

de preguntas tipo cuervo

y lo hundió en su poesía,

sometiéndolo

a la razón de su injusto exilio.

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