ATROPELLADO
Ángel Marino Ramírez V.
POEMA/VENEZUELA
El muerto se levantó buscando una mano,
solo vio tres luces en el cielo;
evidencia reveladora de su desdicha.
¿Qué le pasó a aquel rinoceronte rápido
que no respetó el lenguaje?
Era una mañana de cuadernos y lápices,
aquel joven quería despeinar su ignorancia.
La muerte se vistió de color verde,
la muerte fue no mirar ni al norte ni al sur.
Y dijo el labio de todas las rabias:
“La vida es un cristal que se rompe,
la calle es un peligro que engaña;
la seguridad, un pétalo misterioso”.
La cebra con un llanto infinito
se abrazaba al cuerpo atropellado del joven
y aunque las aguas ensucien las pestañas
el rinoceronte sigue suelto en el bosque.
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