LA MUJER DE ABRIL
Emilia Lee
POEMA/VENEZUELA
La mujer de abril es como la primavera,
una estación periódica, única e irrepetible,
que cada vez que te visita,
tiene un nombre y una cara diferente, con sonrisa de mujer.
Es la mujer de abril el roce del deseo,
el preámbulo de placer que se siente
ante la incertidumbre de lo inasible;
ese galope en tu sien, el hálito acelerado y entrecortado,
un sentimiento que te reconoce y reivindica,
en tu naturaleza y tu ser.
Es esa movida interior que te descubre como barco oxidado,
es la nostalgia de lo que nunca fue,
la ilusión de lo que no será.
Es el paso al que quieres seguirle el paso,
pero que finalmente no te atreves.
La mujer de abril tambalea tu balanza,
es la elección entre comodidad o aventura;
la sacudida del estornudo de polen o la seguridad de la siembra plantada,
es despertar de nuevo, aunque prefieras dormitar hipotecado por cualquier cosa a la que llames felicidad,
aun sabiendo que ella es la felicidad.
La mujer de abril no tiene edad;
puede tener la piel turgente, el sexo incansable y desordenadas las sábanas, o un rostro viajado en el tiempo,
una palabra conmovedora y una cama sentida,
que te muestre tu propio corazón y te robe el alma.
La mujer de abril es efímera, fugaz, estacional,
una reincidente habitual;
el sueño que habita en la fantasía de los sueños,
porque tu temor la hace inmaterial.
Es primavera, otoño, invierno y verano
quien siempre queda en la espera en cualquier estación, dándose en cuerpo y alma,
para dejar de ser estío.
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