«A una mujer» de José Zorrilla (Poema)

A UNA MUJER

JOSÉ ZORRILLA

POEMA / ESPAÑA

Ayer el alba amarilla,

Al anunciar la mañana,

Pintaba de tu ventana

El transparente cristal;

Ayer la flotante brisa

Daba a la atmósfera olores,

Meciendo las gayas flores

Sobre el tallo desigual.

 

Ayer, al rumor tranquilo

De la corriente vecina,

En la orilla cristalina

Se bañaba el ruiseñor;

Y pájaros, flores, fuentes,

Saludando al nuevo día,

Le prestaban armonía

En cambio de su color.

 

Ayer era el sol brillante,

El cielo azul y sereno,

El jardín fresco y ameno,

Y delicioso el vivir;

Eras tú niña y hermosa,

Sin rubor sobre la frente,

Tu velar era inocente,

Inocente tu dormir.

 

Tú reías y cantabas,

Niña o ángel en el suelo,

Y tus risas en el cielo

Eran guirnaldas tal vez:

Estrellas eran tus ojos,

Cántico vago tu acento,

Blando perfume tu aliento,

Luz de la aurora tu tez.

 

Entonces, niña, en tu mente

No resonaban las horas,

Ni apenaban seductoras

Fantasmas al corazón;

No te pintaba tu sueño

Entre la sombra callada

Un suspiro, una mirada

En voluptuosa ilusión.

 

Para ti no había tiempo,

Todo era paz, todo flores,

No había infierno de amores,

Ni fastidio del placer;

Un poeta te cantaba

Melancólicos cantares,

Y la voz de sus pesares

No comprendías ayer.

 

¡Pobre niña! ¿Qué se han hecho

Los delirios de tu infancia?

¿Qué has hecho de tu fragancia,

Marchita olvidada flor?

Tus hojas yacen quemadas,

Tu cáliz vacío y seco,

Tu tallo quebrado y hueco,

El sol no te da color.

 

Niña de los negros ojos,

¿A qué viniste a la tierra?

Rosa nacida entre abrojos,

¿Qué esperas del mundo, di?

Una brisa corrompida,

Fétida, hedionda, te mece,

Tu aroma se desvanece…..

¿Quién demandará por ti?

 

Ángel mío, vuelve al cielo

Antes que el mundo te vea,

Que los placeres del suelo

Placeres malditos son.

¡Oh! Por el gozo de un día

No compres, no, tu tormento;

El cielo es sólo, ¡alma mía!,

De los ángeles mansión.

 

¡Hoy es tarde!…. ¡Eres mujer!

Leo en tu frente humillada

El porvenir de la nada

Entre las huellas de ayer.

Veo en tu rostro bullir

Ese torcedor secreto…..

¡Tu velar es hoy inquieto,

Es inquieto tu dormir!

Lívida está tu mejilla,

En desorden tus cabellos…..

Mujer, mal prendida en ellos

Olvidada, una flor brilla.

Anoche, en vez de oración,

Desesperada en el lecho,

Exhalaste de tu pecho

Sacrílega maldición.

Que en el cristal transparente

Contemplastes aterrada

Del negro crimen grabada

La marca infame en la frente.

Que mal sujeta a tus flores

Entre tus gasas y lazos,

Rasgando van a pedazos

Tu hermosura los dolores.

¡Ay! Inútilmente lloras

El desvanecido encanto;

Entre las ondas del llanto

No vuelven, mujer, las horas.

Dióte el mundo oro y placeres

Cumpliendo al fin tus afanes,

Ídolo de los galanes,

Envidia de las mujeres;

Y a luz salistes ufana

Con tu hermosura ¡oh mujer!

Sin acordarte de ayer,

¡Y sin pensar en mañana!

¡Ay! En la tumba concluyen

El gozar y el padecer

Del mundo vano,

Y los vicios nos destruyen

Y nos matan ¡oh mujer!

Tarde o temprano.

 

Y tú, caída palmera……

Porque vendiste tu amor

A precio infame,.

Has querido, vil ramera,

Que a tus puertas el dolor

Más presto llame.

 

Tal vez lúbrico magnate

Te inundó por un placer

De oro y cariño,

Y mientras su rey combate,

Él te cobija, mujer,

Bajo su armiño.

 

Tal vez coronada frente

Descansó en tu impuro pecho,

Tu amor comprando,

Y hoy el mendigo indigente

Te negará el pobre lecho,

Tu frente hollando

 

Pasaron, niña, los días,

Con ellos las ilusiones

Infantiles,

Con ellos vienen impías

Las tormentas y aquilones

De tus abriles.

 

Con ellos llanto y dolores,

Remordimiento, amargura

Y desengaños:

Que en sus pliegues roedores,

Gala, placer y hermosura

Hunden los años.

 

¡Murió! La voz de la fatal campana

Apagó su memoria y en oración;

Nadie su nombre buscará mañana;

Yace su tumba en fétido rincón.

Aquel clamor fatídico y doliente

Se plegó entre las flores del jardín,

Vibró con los cristales de la fuente,

Rodó sobre los brindis del festín.

Y en oculto elegante gabinete,

Brusco y agudo penetró también,

Y se estrelló entre el humo del pebete

De alguna hermosa en la tocada sien.

Pero una sola lágrima, un gemido

Sobre sus restos a ofrecer no van,

Que es sudario de infames el olvido…..

¡Bien con su nombre en su sepulcro están!

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