«El triunfo» de Victor Hugo

EL TRIUNFO

Víctor Hugo

POEMA/FRANCIA

Estaba despeinada y con los pies desnudos

al borde del estanque y en medio del juncal…

Creí ver una ninfa, y con acento dulce:

“¿quieres venir al bosque?”, le pregunté al pasar.

 

Lanzome la mirada suprema que fulgura

en la beldad vencida que cede a la pasión;

y yo le dije: “Vamos; es la época en que se ama:

¿quieres seguirme al fondo del naranjal en flor?”

 

Secó las plantas húmedas en el mullido césped,

fijó en mí las pupilas por la segunda vez,

y luego la traviesa quedose pensativa…

¡Qué canto el de las aves en el momento aquel!

 

¡Con qué ternura la onda besaba la ribera!

De súbito la joven se dirigió hacia mí,

riendo con malicia por entre los cabellos

flotantes y esparcidos sobre la faz gentil.

 

 

MÚSICA PARA LEER

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Víctor Hugo celebra el enamoramiento y ese momento íntimo en donde se palpa el amor verdadero. Este poema es una muestra del dulzor de una anécdota o de la lumbre de un estallido. Sin duda, que el poeta francés dispensa una sorpresa al viento y se deja cautivar con la mirada que lo sucumbe.

Cuatro estrofas que se corresponden

El poeta juega con la sinalefa en función del interés de la rítmica de su mensaje. Es decir, se captan 14 sílabas métricas siempre y cuando se cuenten observando las licencias poéticas. En total, cuatro estrofas que se rehabilitan una a otra, se corresponden, se sirven de cómplices, se enferman y se curan en un solo instante.

El desespero del amor

Hacia el final, se nota el desespero del amor, el volcán de la ilusión y la cúspide de la atracción. Quizás, el triunfo es ese beso anhelado y súbito o la perfecta malicia de un cabello deseoso. Aunque para llegar a ese éxtasi, el romance piensa y reflexiona. Tal vez, se hace rogar un poco, pero no se va.

El amor cede

El lector debe hacerse una idea cuando inicia la lectura del despeinado y los pies descalzos, esos versos que le dan la bienvenida. Es allí, donde se descubre a un Víctor Hugo majestuoso, triunfante y caballero.  El hablante lírico, entonces, sabe que ha ganado y que el amor cede. La abundancia se palpa en un canto de aves que adorna el deleite.

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